Diego Rivera en Pasu Mani pudo haberse llamado la obra a la que titularon ‘Río Juchitán’.
Para muchos es considerada la obra cumbre del muralista mexicano. Al menos es la mejor valuada, considerándose, hasta el momento, su pieza más cara. Por ella se han pagado decenas de millones de dólares.
Que al mexicano promedio le pase desapercibido el dato, es absolutamente comprensible. Pero no así a los juchitecos bien nacidos, que deberían saber que el pintor mexicano más importante del siglo XX trabajó en Juchitán, creando en la región Istmeña varias de sus mejores obras.
De la pieza en comento, por ejemplo, no sólo tenemos el dato de que se trata del Guiigu’ Bi’cunisa, Río de las Nutrias o Río de los Perros de Agua, sino que podemos asegurar con certeza el punto exacto en que se realizaron los apuntes para la obra: Pasu Mani, entre la Primera y Tercera Sección del lado oriental; y la Octava Sección, Cheguigo, al Poniente de Juchitán de las Flores.
Por siglos fue el vado, el ‘paso’ principal entre las dos riveras del Río de las Nutrias. Cuentan los abuelos que el agua era cristalina y potable; tanto así, que en sus orillas cavaban pequeñas pozas en las que podían beber directamente. Al lugar, en las madrugadas y atardeceres, acudía la gente a refrescarse con un democrático baño. Por el lugar transitaba, además, la mercancía y gente de uno al otro lado.
Cuando Diego Rivera conoció el Istmo, invitado por el poeta Nazario Chacón Pineda, quedó fascinado con la cultura de la región. Se enamoró de Tehuantepec. Quedó prendido de Juchitán. Olió, comió, bailó y vivió como tehuano y juchiteco adoptivo. Y los paisanos lo adoptaron, pues siempre han sabido reconocer el talento.
Después volvió de la mano del maestro Andrés Henestrosa y de su distinguida esposa, Na Alfa Ríos (hija del ixtaltepecano Herón Ríos Núñez, inventor del famoso ‘Mercurín’) con quienes llegó al clímax estético poético-gráfico.
Viven muchas personas que conocieron a Diego Rivera y Frida Kahlo. «Grande era ese hombre», dicen algunos. «Hermoso aquel señor», cuentan otras. «¡Qué raro era!», expresan quienes lo vieron de niños. Las voces coinciden en que varias tardes «el que vestía de overol» llegó con su caballete, con su carpeta de papeles, con sus pinceles y lápices. Además de ‘tomar el fresco’ Ta Diego fue dichoso, feliz, pintando, a su manera, lo que sus ojos miraban.
Esa admiración despertó nuestro pueblo en gigantes del México postrevolucionario. Pero también los zapotecas tenemos gigantes, como uno de los niños que vivía a pocos metros de Pasu Mani, Francisco Benjamín López Toledo, Ta Min, Don Chico Toledo, que jugó en las mismas aguas y se bañó desnudo en el mismo río inmortalizado por Diego Rivera.
Hoy Pasu Maní se encuentra cerrado. Del lado de Avenida Hidalgo, esquina Cinco de Mayo, pusieron una placita que bien pudiera habilitarse como Galeria de Arte. El viejo desnivel vive únicamente en los recuerdos de quienes disfrutaron de la arena que se acumuló por milenios, y que fue, finalmente, cubierta por el feo pavimento por el que hoy transitan miles de vehículos motorizados.
Gubidxa Guerrero Luis
*Con cariño para Ta Manuel Musalem, hombre cabal, inteligente, valiente y conocedor; auténtico maestro de vida. Primer presidente municipal de oposición en Juchitán. Derrotó al PRI Gobierno como parte de un frente cívico que compitió con las siglas del Partido Popular Socialista (PPS) en las elecciones de 1972.
*Con amor para Na Cibeles Henestrosa Ríos, la Niña de los Ojos de Ta Andrés y Na Alfa. La abuela que todos adoramos.