La terraza

A seis años de distancia.

• En homenaje a quienes perdieron su casa, algún ser querido, a los que aún no han podido recobrar la tranquilidad, a quienes ya no están con nosotros.

La Terraza.

Por Faustino Romo Martínez.

Juchitán, Oax.- ¡Qué tal!, en esta ocasión quiero contar la manera en que viví y enfrente el terrible terremoto ocurrido hace ya seis años, un jueves 7 de septiembre pero del año 2017 y es que a veces es difícil contar tus propias historia, toda vez que das prioridad a las historias de los demás.

Aunque no lo crean tuvieron que pasar estos seis años, para decidirme a contar lo que ocurrió ese día, en el que estoy seguro, cambio la vida de todos, el planeta nos ha dado una nueva visión de ver la vida, somos sobrevivientes y lo podemos contar.

Se que con esto muchos también recordarán lo ocurrido, tal vez, algunos no quisieran recordar, pero a veces es necesario para darnos cuenta lo bendecidos que somos y las oportunidades que el universo nos da para se mejores seres humanos cada día.

El pasado 7 de septiembre del 2017, la vida para los habitantes de la región del Istmo dio un giro total, pues debido al terremoto de magnitud 8.2 que sacudió a la zona, muchas familias perdieron su patrimonio al colapsar sus viviendas, así como edificios emblemáticos como el palacio municipal, el edificio de los símbolos patrios, la iglesia de San Vicente Ferrer, el mercado público, entre otros.

De acuerdo al Servicio Sismológico Nacional (SSN), el día jueves 7 de septiembre de 2017, se reportó un sismo con magnitud 8.2 localizado en el Golfo de Tehuantepec, a 133 km al suroeste de Pijijiapan, Chiapas.
El sismo ocurrido a las 23:49:17 horas fue sentido en el sur y centro del país, afectando a los estados de Chiapas y Oaxaca, causando graves daños a los municipios de la zona del Istmo, en donde se tuvieron graves daños en mercados, iglesias, casas y comercios.

 

 

A seis años aun hay zonas en las que no se han podido levantar las casas, edificios que no se han terminado de reconstruir y desde luego, una añoranza por el Juchitán, que con el paso de los años ha ido cambiando, pues de aquellas casonas tradicionales surgieron unas más pequeñas y modernas, toda vez que el temor quedó sembrado en los pobladores.

 

 

Días antes, para ser exactos el 5 de septiembre, tome algunas fotos del palacio municipal, después del desfile conmemorativo al aniversario de la batalla de 1866, captando los adornos característicos del mes de septiembre, en el que los mexicanos vivimos los festejos de independencia, serian las ultimas fotos del edificio emblemático para los juchitecos, pues tuvo daños severos por el movimiento telúrico.

Recuerdo que, en la madrugada del jueves 7 de septiembre del 2017, salimos rumbo a la capital, pues mi hija la menor tenia que recoger su constancia de liberación del servicio social realizado durante sus estudios de enfermería, iba acompañado de mi esposa e hija.

 

Ese día por cierto había un evento en la capital con la presencia del presidente de la república Enrique Peña Nieto, por lo que había mucho movimiento, durante el viaje en  la madrugada nos sorprendió una fuerte lluvia, en dos ocasiones logramos esquivar los derrumbes de piedras, en donde estuvimos a nada de sufrir un percance por las enormes rocas.

 

 

 

Llegamos a la capital entre las 4:00 y 5:00 de la mañana, por lo que buscamos un lugar para hospedarnos, además que caía una torrencial lluvia, sin embargo, la mayoría de los hoteles estaba con cupo lleno, nos llevó un tiempo encontrar un lugar donde descansar, encontrando un hotel, pero sin estacionamiento, el encargado nos dijo que podíamos estacionarnos como los demás vehículos que estaban sobre la banqueta.

 

Apenas estábamos tratando de descansar cuando llegan a tocar la puerta y me dicen que tránsito se estaba llevando las placas del coche, salgo y efectivamente estaban los elementos de tránsito, les comentó que el encargado del hotel nos dijo que ahí nos estacionáramos, no sirvió de mucho, al final tuve que pagar la infracción, buscar la delegación e ir por las placas.

Con esto ya teníamos unas serie de sucesos que nos habían pasado, lo que me dejaba un mal sabor de boca, hicimos algunas otras cosas en la capital, pasamos por la constancia de mi hija, algunas compras y decidimos regresar, de repente el cielo parecía caerse, comenzó a llover muy fuerte y mi familia me decía que nos quedáramos una noche más, pero yo insistí en que deberíamos regresar y nos hicimos a la carretera.


Noté algo rara la noche, por momentos llovía fuerte, llegamos a Tlacolula y bajamos a cenar, siempre cenamos con Doña Mary, famosa por los tacos de guajolote, no teníamos prisa, estuvimos un rato y volvimos a tomar carretera, llegamos al Camarón y decidí descansar, por lo que baje del vehículo, compre un refresco y encendí un cigarro, haciendo tiempo y estirando las piernas.

Retomamos el camino aproximadamente a las 11:30, enfilándonos hacia el Istmo, pusimos el estéreo y veníamos cantando entre mi hija y yo, después de algunos kilómetros recorridos, me percate de lo que para mi era un accidente, una camioneta volcada y más adelante otra estrellada sobre el cerro, a los pocos metros un camión tipo torton también fuera de la carretera pegado al cerro y comenté, que raro esta el accidente, siguiendo mi camino.

Unos kilómetros adelante puse las luces altas, pues estaba muy obscura la noche y me percaté que adelante estaba un árbol tirado a todo lo largo de la carretera, troncos y algunas piedras, pensando en que nos iban a asaltar le dije a mi esposa e hija, “ya nos fregaron”, frene y nos quedamos dentro del carro expectantes, luego de algunos minutos y ver que no ocurría nada, nos bajamos a tratar de abrir un espacio y poder pasar, logrando retomar una vez más el camino, a partir de ahí nos topamos con muchos derrumbes, sin saber aún lo que había ocurrido.

Continúanos esquivando piedras, bajándonos a limpiar un poco para pasar, ya con la adrenalina al mil, de repente vemos luces y de una camioneta una voz menciona mi nombre y me dice que había ocurrido un fuerte sismo, creo que tampoco sabia la magnitud de lo ocurrido, era la maestra Rogelia González que iba para México, había tenido que cambiar de ruta y hacerlo por Oaxaca, pues en la zona norte llevaban varios bloqueando la carretera y no había paso.

Me comentó que apenas por ser una camioneta y estar más alta habían pasado un derrumbe en donde había una piedra gigante, nosotros viajábamos en el Tsuru, sin embargo, decidimos continuar ellos hacia la capital de Oaxaca, nosotros al Istmo, cuando llegamos al lugar del derrumbe, ya había algunas personas tratando de abrir camino, los traileros estaban levantando algunas rocas y decidí aventurarme y pasar casi rayando el coche entre la roca y una parte de muro de contención de metal que hay en la carretera, luego estaba el voladero.

Afortunadamente pasé y seguí, más adelante, nos topamos con el profesor Arturo Charis, quien nos dijo que alcanzó a salir de su coche, cuando se dio cuenta que venían un montón de rocas hacia abajo, no cayeron afortunadamente en el vehículo y el quería llegar a la capital, pese a que le habíamos contado con todo lo que nos topamos, cada quien por su lado siguió en la carretera.

La noche se hacia eterna sin saber a ciencia cierta que había ocurrido, sin embargo, con lo que estábamos viviendo temíamos lo peor, cuando llegamos por la Reforma comenzó a llegar la señal del teléfono y del internet, por lo quie comenzaron a caer los mensajes y fotos de lo ocurrido, ahí vimos los daños al palacio municipal. al hotel del río, casas y eso generó cierto temor, sin embargo, continuamos, ahí mismo a un costado de la carretera estaba una plataforma de tráiler y unos señores tomándose unas cervezas, nos dijeron que había sido un terremoto muy grande y que había desaparecido el Istmo.

Continuamos con una preocupación aún mayor, pues mi otra hija se había quedado en Juchitán, así como la familia, al igual que en Tehuantepec y la preocupación era mayor toda vez que el puente de Tequisistlán había sido dañado por las lluvias y podría haberse caído, afortunadamente no ocurrió y logramos pasar.

Al llegar a Jalapa del Marques, vimos muchos autos estacionados a la orilla y muchos venían en carretera, situación que me llamó la atención y me acerque a preguntar, nos dijeron venimos de Salina Cruz y Tehuantepec, tratamos de alejarnos del Tsunami, pues habían dado la alerta de la posibilidad de que se presentara ante el fuerte movimiento de la tierra, pese a esto seguimos rumbo a Juchitán, necesitábamos llegar, la angustia hacia ya presa de nosotros.

Llegamos a Tehuantepec y no había luz, las gasolineras estaban llenas de vehículos, desesperados por cargar combustible y salir de ahí, aún y con nuestra desesperación pasé a ver a mi cuñado y sobrinos, mi hermana que estaba en Guadalajara, no había podido comunicarse con ellos, afortunadamente nosotros ya habíamos hablado con mi hija y sabíamos de la situación, estaba bien, había ido a ver a la familia y también estaban bien.

De Tehuantepec a Juchitán se nos hizo eterno el camino, entramos y vimos la destrucción, la desolación y tristeza, llegamos a la colonia y los vecinos todos en la calle, preocupados porque no nos habían visto y la casa estaba en silencio, afortunadamente la casa resistió y solo algunas leves cuarteaduras, pero adentro parecía campo de batalla, todo tirado, roto. Mi hija nos narraba lo ocurrido, lo fuerte del sismo, la desesperación de que no paraba, sin luz, con miedo y nosotros no lo sentimos.

 

Sin embargo, vivimos otro viacrucis, después ya sentimos los demás sismos, sentimos el temor, pero había que trabajar y contar las historias de los demás, la mía podía esperar, por eso hoy a seis años de distancia, me di el tiempo para contar como vivimos el terremoto y agradecer por estar vivo. Somos sobrevivientes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba