Gubidxa Guerrero Luis
Periodista e historiador
Grandes han de ser los desacuerdos en el primer círculo del poder político mexicano, como para manosear el Diario Oficial de la Federación (DOF).
Si bien, a los ciudadanos se le vienen dando largas en cuanto al tema de la Covid-19, el Ejecutivo se había mostrado más o menos formal con la iniciativa privada y empresas transnacionales.
Todo pareció salirse de control con respecto la entrada en vigor de la ‘Nueva Normalidad’. Que si algunas empresas no esenciales volverían a operar; que si a partir del 18 de mayo o el primero de junio; que si aplicaría a nivel municipal o estatal…
Los anuncios oficiales que luego se desmienten, no son buenos síntomas, ya que, más que simples diferencias de opinión, indican cambios de dirección a último momento. Un gobierno titubeante en las crisis, crea nerviosismo en los mercados.
(Aunque es probable que, a la usanza del viejo PRI en el que se formó, el Presidente Andrés Manuel López Obrador «tanteara» a la opinión pública del país con una sugerencia de vuelta gradual a las actividades, desde la segunda mitad de mayo. Y que al ver la airada reacción de la prensa y de millones de usuarios de redes sociales digitales, como Facebook y Twiter, decidiera retardar el reinicio de actividades productivas. Como haya sido, los mexicanos tienen más incertidumbre. Tanto trabajadores, como empresarios.)
El Presidente de México es un gran estratega político, que maneja con habilidad el tema social. Sin embargo, le tocó en suerte una época de cambios a escala planetaria, para los que no parece estar calificado.
Sería comprensible que AMLO no reaccionara a tiempo, si el nuevo coronavirus hubiese surgido en nuestro país; pero la actitud confiada y hasta triunfalista del mandatario, pese a las noticias que nos llegaban de Asia y Europa con suficiente antelación, resulta injustificable.
Las omisiones y errores gubernamentales de enero a abril, los resentirá la imagen presidencial. En cuestión de días, el titular del Poder Ejecutivo perderá, ante sus propios simpatizantes, el aura de infalibilidad al que se había acostumbrado.
A partir de ahora, será todavía más difícil mantener en calma a la población que comienza a hacer un recuento de sus muertos. Ante tal escenario se consumó la militarización del país, que comenzara el impresentable Felipe Calderón Hinojosa hace más de una década.
Es gris el panorama. El pueblo sufre y padecerá todavía más. El cuento de hadas del «no pasa nada» se está convirtiendo en la pesadilla que tanto temíamos.